“Los traumas de apego incluyen, negligencia emocional, abuso físico o sexual por parte de un progenitor, presenciar violencia, hospitalizaciones tempranas, pérdida temprana del padre o la madre, rechazo, abandono, presión para el éxito e inversión de roles. Estas experiencias traumáticas de apego van a ser determinantes en la relación con la pareja y en la relación con los hijos”.

 

¿Qué es un trauma?

 

La palabra trauma deriva del griego y significa herida. A nivel psicológico, podemos decir que esa herida o trauma está causada por una experiencia negativa, que desorganiza y desregula el sistema neurobiológico de la persona y que tiene un impacto sobre la identidad afectando a sus emociones, creencias y sensaciones.

 

¿A qué nos referimos cuando hablamos de apego?

 

El apego, por otra parte, es una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos individuos, por medio de sus interacciones recíprocas, y cuyo objetivo inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza, ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección.

John Bowlby (1907-1990), fue el primer psicólogo en desarrollar una “Teoría del Apego”, la cual describe como todo ser humano tiene la necesidad básica para su supervivencia de establecer y mantener un vínculo afectivo fuerte con nuestros cuidadores principales, siendo habitualmente la madre la primera figura de apego.

 

 

El apego es una necesidad vital tan básica para los bebés como el alimento, por eso la relación de afecto entre los padres y los hijos durante los primeros años de vida es fundamental para su desarrollo psicológico.

 

Tipos de apego

 

Según la teoría del apego, existen cuatro tipos:

  • Apego seguro: En este tipo de apego, el cuidador está disponible a nivel emocional, responde de forma constante y coherente a las necesidades fisiológicas, de protección y confort del niño. Así, estos niños se dirigen al progenitor, muestran el malestar de forma eficaz, exploran el ambiente, son fácilmente consolables, son capaces de ordenar e integrar la información a nivel cognitivo y emocional, conectan las experiencias sensoriales de peligro y de seguridad a las sensaciones propias de miedo o bienestar, muestran señales de malestar durante las primeras separaciones del progenitor y establecen relaciones estables y gratificantes.

 

  • Apego evitativo: Aquí el cuidador es inaccesible a nivel emocional, rechaza constantemente, ignora, desvaloriza o castiga las demandas de confort y de protección del niño. Como consecuencia, estos niños aunque están impulsados a la exploración, aprenden a inhibir las manifestaciones emocionales e interpretan la realidad utilizando prevalentemente la información cognitiva. Por lo cual, tienen dificultades para implicarse emocionalmente en las relaciones.

 

  • Apego ambivalente: En él, el cuidador reclama la atención del niño hacia sí mismo, se centra en sus propias necesidades, no sintoniza con el hijo y está accesible emocionalmente pero de forma discontinua, incoherente e imprevisible. Estos niños monitorizan continuamente al progenitor, inhiben la exploración, señalan de forma exagerada, y a menudo con rabia, su propio malestar, aprenden a interpretar la realidad en base a sus propios estados emocionales y a redirigir todo a la esfera personal y viven las relaciones implicándose excesivamente y enfatizando los aspectos negativos.

 

  • Apego desorganizado: En este apego, el cuidador tiene duelos y traumas sin resolver, tiene momentos en los que parece ausente y no implicado en la relación con su hijo. Por ello, suscita miedo en el niño, puede ser negligente o volverse inesperadamente violento y maltratador. Estos niños se encuentran en un conflicto sin solución, responden de forma caótica a estímulos ambientales estresantes, aprenden a controlar al progenitor, asumiendo comportamientos punitivos, cuidadores o seductores hacia él o ella. Además, aprenden a interpretarse a sí mismos y a las relaciones según modelos incompatibles y contradictorios en los cuales cada uno oscila entre el rol de salvador, maltratador y víctima.

 

Estos estilos de apego son fundamentales para entender el profundo impacto que estas experiencias tendrán a lo largo del ciclo vital y en las futuras relaciones interpersonales. En este sentido, Bowlby, decía que “el apego es un proceso que va desde la cuna hasta la tumba”.

 

¿Cómo influyen los traumas de apego en nuestra vida?

 

Los traumas de apego incluyen, negligencia emocional, abuso físico o sexual por parte de un progenitor, presenciar violencia, hospitalizaciones tempranas, pérdida temprana del padre o la madre, rechazo, abandono, presión para el éxito e inversión de roles. Estas experiencias traumáticas de apego  van a ser determinantes en la relación con la pareja y en la relación con los hijos. Además se transmiten transgeneracionalmente, no solo como modelos de aprendizaje, sino que también se pueden transmitir en los genes.

 

 

Martin Teicher ha observado que el cuerpo calloso, que facilita la comunicación entre ambos hemisferios, es notablemente más pequeño en las personas que han sido gravemente abusadas en la infancia y que éstas también muestran un EEG con una actividad anómala en las regiones frontal y temporal del cerebro.

En este sentido la investigación señala EMDR como el único tratamiento no farmacológico que modifica el volumen del hipocampo y ayuda a la integración neurológica, permitiendo a las  regiones corticales altas la modulación del sistema límbico que facilita la estabilidad emocional (Daniel J. Siegel).

 

Seguridad y regulación emocional

 

La seguridad y la regulación emocional, provienen de un estilo de apego seguro, aquel en el que la madre o cuidador principal consigue calmar a su niño, reconocer las señales y responder de manera coherente. Usando un tono de voz bajo cuando el niño necesita calma y un tono elevado cuando el niño necesita estímulos, se sintoniza de forma natural, con las necesidades del niño y esta danza interactiva refuerza el vínculo.

En términos neuropsicológicos, Siegel dice que “el hemisferio derecho del niño está conectado al hemisferio derecho de la madre, permitiéndole desarrollar un entramado de redes neuronales dentro de la corteza prefrontal. Esta integración permite un desarrollo óptimo de la personalidad del niño que no estará obstaculizada por los efectos de la desregulación emocional, así estos niños de adolescentes estarán más protegidos de los riesgos de comportamientos dirigidos a regular las emociones (dependencia de sustancias, conductas de riesgo, autolesiones) y de adultos serán capaces de crear relaciones significativas recordando las experiencias primarias de apego y cuando sean padres/madres recurrirán a los recuerdos de cariño de sus primeros vínculos, reproduciendo una buena conexión con sus propios hijos”.

 

 

Por todo lo anterior, quiero resaltar la conveniencia de asistir a terapia en aquellos casos en los que haya habido estilos de apego inseguros, para reparar el sistema de apego y pasar del vínculo que nos asusta, que nos hace prisioneros o nos deja solos a un vínculo que nos hace libres. Solo así se dejará atrás el apego inseguro y el desarrollo traumático, y se logrará la seguridad y la regulación emocional necesaria para establecer relaciones interpersonales sanas.

 

Lidia Varela

 

 

 

 

 

Referencias:

Bowlby J (1998). El apego y la pérdida, v. 2. Biblioteca de psicología profunda 49. El Apego y la pérdida. Paidós. ISBN 9788475093321.

Bowlby J (1993). La pérdida afectiva: tristeza y depresión (Alfredo Báez, trad.) [Attachment and loss]. Biblioteca de psicología profunda, v.50. Paidós. p. 464. ISBN 9788475099095.

Bowlby J. (2014). Vinculos Afectivos: Formación, Desarrollo y Pérdida. (6ª edición). Madrid: Morata.

Teicher, M.D., Martin H. «Windows of Vulnerability: Understanding how early stress alters trajectories of brain development and sets the stage for the emergence of mental disorders» (PDF). The Balanced Mind. Retrieved 30 March2014.

Daniel.,J Siegel “Forward to Trauma and the Body: A Sensorimotor Approach to Psychotherapy by Kekuni Minton, Pat Ogden, and Clare Pain (WW Norton & Company, 2006).

Daniel. J Siegel “Healing Trauma: Attachment, Mind, Body and Brain” (WW Norton & Company: New York, 2003). Co-edited with Marion Solomon.